Marina de Cope: de piratas, asaltos y botines.

A los mandamases de estas tierras murcianas se les ha ocurrido una idea para solucionar lo de la crisis: hacer apartamentos.


Ya, ya lo sé.

Para ello, sólo hay que acabar con uno de los pocos tramos de costa virgen que aún se conservan en nuestro litoral.


Ya, también lo sé.

Unos cuantos lugareños vamos a intentar que no ocurra. Ya estamos intentado que no ocurra. Para aquellos que estéis interesados en secundar nuestra causa o participar en ella de una u otra manera, todos bienvenidos, hay un grupo de Facebook a vuestra disposición.

Imagen de aquí



En el apartado de antecedentes, transcribo a continuación el texto Marina de Cope: de piratas, asaltos y botines, cuya autoría corresponde a Pedro Costa Morata (Águilas, 1947), Premio Nacional de Medio Ambiente en 1988.

El corsario realiza su rapiña, pero necesita
de los mercaderes y los alfaqueques
para que sus presas tengan algún valor.
(Miguel A. de Bunes: Los Barbarroja)

“Fíjate qué lástima, nene, se pasan la noche trabajando”, me decía mi madrina, Concha la Rubia, señalándome los puntos brillantes que zigzagueaban en la mar oscura, allí lantes, en una mar que, desde las alturas de la casa de mis padrinos, en las faldas del Lomo de Bas, observábamos a la caída del día, cuando el sol se ponía y la oscuridad avanzaba de levante a poniente, cuajando en miles de estrellas. Nos tumbábamos en los poyos inclinados que llevaban de la era a la casa, a ambos lados de la entrada, y mirábamos al mar y al cielo, a la Marina pacífica y discreta, tan hermosa. Desde bien pequeño me subían allí todos los veranos, y aprendía con mis padrinos, mis primos y los vecinos y vecinas muchas cosas del campo y la vida: me gustaba sobre todo mirar, escuchar y maravillarme del mundo, aquel pequeño mundo que se desenvolvía teniendo como centro, moral y mágico, al Cabezo de Cope… El Cabezo en la Marina era –y es, no faltaba más– presencia y referencia, y a su esponta desembarcaban los piratas, decía mi madrina, para robar y hacer daño; la casa del primo Bartolo, me señalaba, tiene todavía las defensas que le hicieron para salvarse. Después supe que esas historias se remitían –a entonces, decía ella, con el dato suficiente del tiempo impreciso- a los siglos XVI al XVIII, pero no se olvidaban.

Muchos años después, en la Navidad de 1973 volvieron los piratas, adaptados a los tiempos, recién descubierta la Marina de Cope en su rastreo de sitios idóneos para el negocio del momento; y llegaron –era la gente de Hidroeléctrica Española, una potencia moderna, hecha de cables, humos e inundaciones vendiéndonos tecnología, progreso, empleo y futuro: o sea, una central nuclear. Pero les dimos para el pelo. No se lo esperaban, y unos cuantos aguileños y lorquinos conseguimos en dos meses darle la vuelta a la opinión pública manipulada, denunciando sus mentiras y amenazas. Pusieron resistencia pero acabaron huyendo, no sin antes dejarnos su tarjeta de visita: una torre meteorológica cuya luz roja insultaba la placidez de la Marina, y una finca enorme, adquirida para la central nuclear, que a modo de bomba de retardo esperaba el momento de la revancha.

La segunda alarma, ya en la democracia, la produjeron en agosto de 1979 unos cuantos políticos de la Diputación provincial, que también descubrieron algo: que era aquélla una costa rara, sin carreteras y sin locuras, y por lo tanto lo que necesitaba era una vía directa entre Mazarrón y Águilas, para alegrar aquello, ganar votos entre sus vecinos y elevar el nivel de vida de la gente, dándoles turismo. Pero esa vez ya estábamos organizados y los ecologistas de la zona pudimos detenerlos desde el momento mismo de su ocurrencia. Todo lo resolvimos con un “cuerpo a cuerpo” con los políticos implicados y con algunos beneficiarios en la sombra (unos propietarios exaltados de Calnegre: nada importante). Diseñamos un plan de urgencia para proteger el extremo litoral del Lomo de Bas (Puntas de Calnegre) y delimitamos a ambos lados y por el mar una superficie de unas 1.500 hectáreas que proponíamos se protegiera y así lo pedimos en ventanilla. Se sucedieron unos años de relativa paz para la Marina de Cope, pero ya veíamos hasta qué punto iba a tener siempre pretendientes indeseables.

El tercer asalto vino de más adentro todavía, al poco de que el Gobierno regional, con buen sentido, declarara en 1992 Parque Regional todo lo que habíamos solicitado en el verano de 1979 más el Cabo Cope y la costa que lo une con las Puntas de Calnegre. Ciertos sindicalistas mendaces, pertenecientes a la Asaja local, se emplearon en envenenar a la gente de la Marina de Cope, desacreditando el Parque Regional y atribuyéndole todo tipo de perjuicios para sus tierras, vida y futuro, recurriendo a la violencia y el matonismo. Aparte de la mentira, hubo otro agente, igual de venenoso, que movilizaron a conciencia: el de la avaricia y las expectativas económicas, con la insolidaridad como efecto secundario; porque si había protección, ¿no perderían valor los terrenos? Y así, muchos que se asustaron cuando la central nuclear amenazaba con sus peligros ahora temían perjudicarse en futuras operaciones inmobiliarias, cambiando el enfoque a conveniencia: triste, aunque humano. El caso es que las autoridades socialistas se contuvieron y dejaron hacer al tiempo (lo que en materia ambiental es lo peor).

Luego sobrevinieron los tiempos oscuros, tras la victoria electoral de PP en 1995 que trajo consigo un tratamiento infame de la tierra y sus recursos, de la naturaleza y los espacios más valiosos: una debacle moral, que nos sometía al juego más descarnado y atroz de los intereses depredadores, en especial los turísticos. La derecha murciana, casi inexistente hasta ese momento, que había sufrido el complejo de una larga impotencia ante el PSOE hegemónico, tomaba el mando decidida a recuperar el tiempo perdido. Había llegado el momento de que todos mezclados –piratas de solera, corsarios oportunistas y bucaneros de variado pelaje– se aliaran en una gran coalición y se lanzaran al asalto final, con una estrategia que garantizase –ahora sí– el objetivo tanto tiempo perseguido: la captura definitiva, previo saqueo, de la Marina de Cope y su inmenso botín: sus tierras amables y productivas, sus playas límpidas y calmas, su luz incesante, su paisaje confortable; más su historia y su futuro. Y en ésas estamos.

Así ha sido como, ante un enemigo potente y decidido, seguro y taimado, los defensores de siempre y otros nuevos, venidos solidariamente de tierra adentro, hemos de hacer frente a esa estrategia, que se ha revelado diabólica, y a los sucesivos ataques que vienen lanzados en oleadas, desde mar y tierra, con armamento de la más variada índole y alto grado de sofisticación, desde la política a la economía, la administración y el derecho. Y ha habido que organizar una respuesta mitad convencional, mitad guerrillera (a la española, como en los mejores momentos de nuestra historia), según y cómo, dando un paso atrás y dos adelante… con paciencia e inteligencia. Y en estas coordenadas se viene jugando la partida, sin tregua alguna.

En su estrategia, la coalición perversa amañó estudios, planes y necesidades, creó normas, iniciativas y actuaciones, constituyó un nuevo marco legal… e incumplió todo. La mentira central quedó al descubierto cuando envilecieron la nueva Ley 01/2001, regional del Suelo, por la “mordida” de la tristemente célebre disposición adicional octava, con la que se desprotegían miles de hectáreas en la costa, quedando descoyuntado y drásticamente reducido el Parque Regional (objetivo esencial de la maniobra). Así, liberadas de protección, 2.100 hectáreas de la Marina de Cope, casi toda su superficie “útil”, se destinaban a la macrourbanización que, a modo de ultraje redomado, habría de llamarse “Marina de Cope”.

En el fragor de la contienda general invasores y quintacolumnistas se marcaron un éxito bien doloroso: una autopista de peaje, cuchillada miserable en la costa, necesaria para fortalecer el proyecto de la urbanización, para estimular la demanda futura. Pese a las resistencias, la operación prosperó combinada por las Administraciones del PP regional y nacional, con la necesaria intervención de Benigno Blanco, de la Asesoría jurídica de Iberdrola, poco antes de dejar de ser secretario de Estado de Infraestructuras. Esta empresa, primera beneficiaria de la macrourbanización turística, también se ha preocupado de poner al frente de sus intereses en la región a Patricio Valverde, ex consejero regional de Industria, que no se corta: “Iberdrola hará fuerza para que ‘Marina de Cope’ salga adelante”). La revancha de 1973, con las 300 hectáreas “durmientes”, al alcance de la mano.

Lo peor, con todo, fue contemplar el alineamiento, expreso o tácito, de compinches necesarios: el alcalde de Águilas, del PP, en perfecta sintonía con el ex consejero de Turismo, que no debe parecer mentira que, con sus competencias, haya batido el récord de permanencia en los gobiernos del presidente Valcárcel; el de Lorca, Miguel Navarro, tan convencido o más que el aguileño, haciendo de este empeño baza significativa de su atroz sentido de lo socialista (y de su sucesor, del PP, no se esperaba, desde luego, nada distinto de lo que está haciendo).

Frente a la conspiración, al fuego graneado y los agobios de todo tipo, los defensores de la Marina de Cope hemos ido oponiendo resistencias y lanzando ataques en todas direcciones, taponando brechas y buscando las debilidades del asaltante, ladino y despiadado, mil veces superior en medios (que no en moral). Denuncias, manifestaciones, recursos, presiones a los políticos; nada nuevo, bien es verdad, ni para nosotros ni para el agresor, que se ha cuidado bien de ignorar alegaciones, recrear argumentos inverosímiles y, como última arma cínica y letal, anunciar que aunque los recursos prosperen se las arreglarán para llevar a cabo el proyecto: es decir, la aniquilación de toda resistencia y la ofrenda final, al dios Negocio, del botín obtenido. Pero las espadas están todavía en alto y el enemigo sabe que está lejos de poder cantar victoria. Nosotros, sin embargo, alimentamos cada día la esperanza, tras cada posición sostenida, cada insidia desvelada, cada corrupto evidenciado.

(En la pequeña sección de astronomía con la que acababan sus dichos y relatos, mi madrina desplazaba su brazo desde la mar al cielo, nombrándome estrellas y constelaciones; y por sobre la negrura misteriosa de Cabo Cope me decía: “Y esas en lo alto del Cabezo, nene, son las del Carro, ¿te acordarás?”).


Publicado en VV. AA (2008): ¡La Región de Murcia patas arriba!
Historias absurdas de hoy, Foro Ciudadano de la Región de Murcia, Murcia.

2 comentarios:

Æ dijo...
8 de agosto de 2012, 15:48

Comparto en face ;-)
Un beso.

J. dijo...
8 de agosto de 2012, 15:54

Æ: Muchas gracias. Me gusta verte por aquí. Otro beso.